viernes, 8 de mayo de 2015

Arte Japonés

Arte japónes

El arte japonés evidencia la proximidad entre la creación artística y una profunda intuición filosófica de la realidad.
El zen, rama del budismo iniciada por Bodhidharma (o Daruma en el Japón), impregnó la cultura japonesa y sus diversas expresiones artísticas como la pintura, arquitectura, poesía, el arte de los jardines o la célebre ceremonia del té. Se trata del perfil místico del budismo, donde lo vacío es la fuente primaria del sentido, de la plenitud, la belleza y la expansión vital.
Se cree en la existencia de múltiples fuerzas invisibles, dioses locales, genios protectores, espíritus de las cosechas, del hogar, de los antepasados y de los parientes fallecidos, fuerzas de la fertilidad, de la generación de la vida, poderes que mueven tanto al cosmos como a los humildes objetos.
Estas fuerzas son los kami, representaciones de lo sagrado que no están individualizadas ni personalizadas. Los kami se multiplicaron y se hallan presentes en todas las actividades de la vida diaria del japonés. La historia cuenta que el universo fue creado por los tres kami, nacidos sin progenitores, y por una jerarquía descendiente que recuerda los eons gnósticos.
La llegada del budismo a través de China en el siglo VI., transformó profundamente la cultura japonesa, pero no modificó los conceptos en que se basaba. El arte de Japón, al entrar en contacto con la cultura búdica, un pensamiento más refinado, se volvió más presico en sus técnicas.
Características principales del arte japonés:
-          Simplicidad de sus formas.
-          El elemento ornamental o decorativo desaparece.
-          La pobreza de los medios y de la materia, el wabi japonés.
-          Se trata de un arte austero.

A lo largo de los siglos, al igual que ha ocurrido en muy distintos puntos y culturas de nuestro continente, una amplia variedad de factores sociales, económicos, políticos, culturales y medioambientales, han tenido su influencia en el desarrollo del arte de Japón. El clima templado, similar al de España, y las cuatro estaciones bien diferenciadas, ofrecen una gran abundancia de símbolos y temas estacionales, tales como el ciruelo, el cerezo, el crisantemo y el arce, representando al invierno, la primavera, el verano y el otoño, que se repiten una y otra vez en el arte japonés. El mitificado amor de los japoneses por la naturaleza se refleja en el uso de materias primas como la laca, la madera, el bambú, y el papel. La alta humedad del clima y los frecuentes terremotos y tifones, que con cierta periodicidad asolan el país, han hecho que el arte japonés recurra a la utilización de materiales ligeros, que por un lado hagan a los objetos fácilmente transportables, y por otro, que sus arquitecturas sean más fáciles de reconstruir. La estética japonesa, más inclinada a admirar la hermosura de las cosas en función de su fugacidad, ha preferido siempre la utilización de materiales humildes y sencillos de encontrar.

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